El mismo Dios nos revela la divinidad de su Hijo: verdadero Dios y verdadero Hombre. Y ese misterio de Cristo se hace también presente en su Iglesia, recibiendo los Apóstoles el carisma de pastores, presidiendo la vida de la Iglesia en nombre de Cristo, quien constituye a san Pedro como cabeza visible de ella, confiándole plenos poderes y asegurándole que ratificará desde el cielo, cuanto él haga en la tierra.
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